Juan Iribarren


sin título. Pigment prints sobre papel Baryta Harman. 30.5 x 23 cm.

La obra de Juan Iribarren se propone como una reflexión crítica acerca del arte moderno en dos de sus tradiciones: la abstracto-geométrica, que prioriza las estructuras y los juegos compositivos, y la atmosférica y gestual, que indaga acerca de la luz y sus distintos efectos visuales. Trabajando en pintura, dibujo y fotografía, explora los modos como estas tradiciones pueden interconectarse y transformarse mutuamente, dando lugar a unas imágenes sensuales, fecundas, en las que las formas reticulares encarnan rítmicamente en múltiples acordes tonales. El color es el elemento que dinamiza y trastoca, genera tensiones, altera las disposiciones de los planos o líneas. Las estructuras y composiciones de planos aparecen constantemente turbadas (trastocadas, desorientadas, desconcertadas) por los campos cromáticos que, siendo el cuerpo mismo de la imagen, las conforman. El color ocupa el plano invadiendo y constituyendo una »retícula« que es afectada por las intersecciones y subversiones que le imprimen las diversas tonalidades. La interacción de color y geometría evidencia las múltiples formas en que las situaciones lumínicas transforman las disposiciones espaciales. Sus obras exponen, expresan y traducen lugares modulados por la luz, y abren la rigidez matemática al encuentro de sus derivas y potencias gestuales. Estas obras que indagan las potencias de la imagen provienen de una detallada y demorada observación del entorno, de los espacios que habita y recorre. Imágenes que son registros de sombras y diversidades cromáticas, y que tratan de los problemas de la presencia, destacando los intervalos —los márgenes— que la constituyen, que la establecen e instituyen.


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