Esmelyn Miranda
Sin título 11, de la serie: Post. 2017. Plástico
termofusionado. 99 x 54 cm.
La obra de Esmelyn Miranda es paradójica. Se realiza
haciendo convivir —articulando en una unidad— elementos y situaciones
provenientes de distintos lugares, ámbitos, acontecimientos y tradiciones. Sus
obras orquestan la virtualidad cromática de la pintura con la presencia y la
materialidad texturada del »collage«, la idealidad de la tradición constructiva
con el efecto mundano e inquietante del »ready-made«, la rigurosidad de la
geometría con la incertidumbre y la informalidad del trabajo manual. De igual
manera, este artista reconoce y examina su experiencia cotidiana, sus
recorridos y tránsitos urbanos, para evidenciar a través de ellos la compleja
realidad socio-política venezolana: sus crisis, su progresiva
des-institucionalización y las condiciones en que existen sus habitantes. Trabaja
transfigurando diversos materiales encontrados —previamente usados y siempre
cercanos a su propia experiencia habitual, tales como afiches de campañas
políticas o bolsas de basura— en unos objetos —obras bidimensionales o libros—
que justamente densifican la pureza abstracta de las formas lineales y el color propio de los
materiales con alusiones y significaciones extraídas
del existir cotidiano. Sus obras
expresan y reflexionan en torno a ese mundo de contradicciones y situaciones
irresueltas en el que habita: las inestables ciudades latinoamericanas que se
arman y desarman constantemente y esa realidad socio-política que escapa a
cualquier definición predeterminada. Sus piezas se presentan como una especie
de »collages« ennudecidos y despojados en los que diversos elementos y
materiales se interconectan, se contaminan mutuamente, en los que se encuentra
la mirada del pintor y la observación lúcida de un caminante con la expresión
detallada de alguien que reconoce la crisis con la que convive en pequeños rasgos, en sutiles marcas
escondidas detrás de las figuras habituales que lo rodean. Los múltiples materiales y experiencias que cotidianamente
lo encuentran —que lo asaltan— se convierten en lugares de comprensión y
expresión, y también en emplazamientos para la reflexión: para la »vuelta a sí«
de la mirada y la interpretación.